jueves, 28 de enero de 2010

Reflexiones sobre la lucha armada

“… El “proceso” que según dijo, venía a “reorganizar” la Argentina y asaltó poder en 1976, no actuó en vano. Por todo un periodo, dejó “procesada a la sociedad argentina que, bajo el peso de un terror perdurable, se formuló una ecuación cuyos términos se ordenaban más o menos así: el conflicto conduce a la lucha y la lucha, fatalmente, a la muerte. Así, para evitar la muerte eludamos la lucha mediante la omisión del conflicto.

Combates enormes de los trabajadores argentinos debieron, durante casi dos décadas, sortear ese muro –pocas veces lo lograron- o chocar contra él. Ese muro había hecho posible la teoría de los demonios infestara como infestó el cuerpo social de nuestro país. Ese fue el muro que saltó en pedazos en diciembre de 2001, cuando la sublevación popular en ese verano implacable produjo la mayor acción guerrillera urbana de masas en 80 años, para derribar el gobierno de De la Rúa y Cavallo. Ese 20 de diciembre señaló, dialécticamente, contradictoriamente, la continuidad y la superación – la negación de la negación- de las viejas guerrillas.

(…)

El general, el ataque ideológico contra las guerrillas de los años 60 y 70, antes que crítica política, ha sido una permanente convocatoria a no luchar. La enorme irrupción de diciembre de 2001 quebró ese cuadro de situación. Ahora es posible hablar de historia y ser escuchado. Mientras este trabajo se terminaba, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pedía a las FARC que se desarmaran y decía que la guerrilla “ya fue”. Es decir, “ya fue” la revolución, porque quien rechaza a priori determinado método rechaza el objetivo. El fin no justifica los medios; por el contrario, es el fin el que debe justificarse. Pero el que quiere el fin quiere los medios. En la Argentina, sistemáticamente, se agrede al medio para oponerse al fin.”

Fragmento extraido del epílogo del libro de Alejandro Guerrero, El peronismo armado, Norma, Buenos Aires, 2009.

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