jueves, 26 de abril de 2007

¿Se acuerda de las escuelas boucher?

El director del Instituto Di Tella, Alieto Aldo Guadagni, plantea la necesidad de implementar mecanismos de evaluación como una medida imprescindible para mejorar nuestro sistema de enseñanza. Detrás de la propuesta se esconden los planes de los organismos de crédito internacionales destinados al sector educativo.

El director del Instituto Di Tella –y ex representante de la Argentina ante el Banco Mundial-, Alieto Aldo Guadagni (La Nación, 19/04/07), plantea la necesidad de implementar mecanismos de evaluación de la calidad educativa como una medida imprescindible para mejorar nuestro sistema de enseñanza. Pero ¿qué se oculta detrás esta propuesta? Veamos.

El autor parte de una suposición: “La difusión de los resultados de este examen (una evaluación obligatoria a todos los alumnos que terminan el secundario y quieran entrar en la universidad) por escuela secundaria sería un claro acicate para mejorar la calidad de las deficientes”. El autor lamenta que no se apliquen estas pruebas en ninguna provincia argentina y afirma que la razón principal para no hacerlo es el temor a que se conozcan las deficiencias educativas de las escuelas. Precisamente, si la sociedad se enterara de esos datos se generaría “una presión social para mejorar las numerosas escuelas que hoy son deficientes (2/3 parte del total, o sea, alrededor de 4000)”.

La evaluación de la calidad educativa de las escuelas y la difusión de sus resultados tienen otros objetivos. Lejos de tender a que todas las escuelas brinden calidad educativa, se pretende estimular la competencia entre las instituciones -concebidas como proveedoras de servicios educativos- para que se disputen entre sí una parte del mercado respectivo. Así, las escuelas que hoy son consideradas como las mejores serían las más elegidas, debido a eso obtendrían más recursos ya que contarían con más inscriptos. De esta manera se conformaría un círculo vicioso que sería imposible de quebrar, y que a su vez provocaría la reproducción y profundización de un sistema educativo que ya es extremadamente desigual.

Como ya habrá advertido el lector, se trata ni más ni menos que del regreso enmascarado de las escuelas boucher. Pero Guadagni olvida que la educación es un derecho universal, no es un servicio y los alumnos no conforman un mercado de usuarios que haya que disputarse; por el contrario, se le debería garantizar el acceso a una educación de calidad, vayan a la escuela que vayan, esté ubicada en el distrito que esté.

No es casualidad, entonces, que otra de las críticas del autor vaya dirigida al centralismo burocrático que, como modelo organizacional, estaría obstaculizando una mejora radical del sistema educativo: “Este modelo centralista-burocrático genera el atraso educativo y, además, impide impulsar la movilidad social ascendente”. Por supuesto, para que las escuelas compitan entre sí es necesaria la descentralización del sistema. Pero la descentralización que propone el autor los argentinos ya la hemos experimentado, y la continuamos padeciendo: una descentralización sin recursos. Precisamente la autonomía de acción de las escuelas les permitiría buscar financiamientos alternativos y el fin de la educación pública estaría a la vuelta de la esquina.

Padres que presionan a las escuelas, instituciones que compiten entre sí. Una política de estas características aplicada al ámbito educativo no puede llevarse a la práctica sin fragmentar a la comunidad educativa para debilitarla en sus reclamos al estado. Para eso también hay que dividir a los docentes mediante la promoción de escalas salariales diferenciadas: “A partir de esta evaluación se pueden introducir nuevos incentivos salariales para aquellas escuelas que mejoran sistemáticamente su calidad, ya que es indispensable reconocer con el salario justamente a quienes mejoran la enseñanza”. Los docentes quedarían reducidos a proveedores de un servicio y gran parte de la política educativa a un índice de comisión por venta.

Plantear que la clave del deterioro de la educación argentina reside en la ausencia de mecanismos de evaluación es abstraer el problema de las condiciones que lo provocan. Una propuesta de evaluación de la calidad de la educación mientras los docentes están reclamando lo mínimo indispensable para llegar a fin de mes, donde a muchas de las familias de los alumnos apenas si sus ingresos les alcanzan para comer, donde los edificios escolares están en pésimas condiciones y la falta de materiales e insumos es una constante; proponer esto y no mencionar nunca en las más de sesenta líneas que tiene la nota la palabra presupuesto, sin duda tiene otros objetivos. En definitiva, se trata de volver a introducir en el imaginario social los planes de los organismos de crédito internacionales para el sector educativo, o sea, la lógica del mercado y la (falsa) competencia aplicada a la educación.



lunes, 23 de abril de 2007

Deserción Escolar: La culpa es de los paros

Deserción Escolar: La culpa es de los paros

En una de sus editoriales del día 4 de abril, el diario La Nación nuevamente arremetió contra los docentes que reclamaban mejoras salariales en diversas provincias. No es ninguna novedad que los medios masivos de comunicación se escandalicen ante la protesta de cualquier conjunto de personas organizadas. En el caso de esta editorial, la novedad radica en que se responsabiliza a los docentes de una de las problemáticas más acuciantes de nuestro sistema educativo.


El título de la editorial, “Paros docentes y deserción escolar”, sintetiza el objetivo del diario: responsabilizar a las huelgas docentes, por lo tanto a los docentes, de los altos niveles de deserción escolar que sufre el sistema educativo de nuestro país. El segundo párrafo de la nota señala que “la repetición de los conflictos actúa también como estímulo no deseado para la deserción escolar”. La nota continúa con uno de las fórmulas preferidas de la prensa para condenar cualquier protesta de los trabajadores de la educación: “los niños no tienen la culpa de esas disputas (salariales) que, ciertamente son incomprensibles para muchos de ellos”.


Vayamos por partes. Que los chicos no tienen la culpa, por supuesto, pero los maestros tampoco. Los responsables están en otro lado. No es posible continuar enseñando mientras se perciben salarios por debajo de la canasta familiar, en escuelas destruidas y sin los materiales adecuados. Y no es posible, sobre todo, si lo que se quiere es brindarles a esos chicos una educación de calidad, precisamente lo que cualquier maestro en huelga desea. Muchas veces se olvida, o no se quiere recordar, que las condiciones de trabajo de los docentes son las condiciones de aprendizaje de los alumnos. Por otro lado, plantear como argumento que las huelgas serían ilegítimas porque los chicos no comprenden las razones de las disputas, constituye una subestimación de los alumnos que sufren en sus propias familias las postergaciones de sus derechos.


La preocupación de La Nación radica en que “cada día que pasa se acrecienta la brecha entre quienes gozan del privilegio de recibir una educación sin sobresaltos y aquellos condenados a la incertidumbre permanente”. El texto parece interpelar cierto imaginario social que suele relacionar “educación sin sobresaltos” con la gestión privada y “la incertidumbre permanente” con la educación pública. Más adelante, La Nación afirma que ante los elevados niveles de deserción escolar es “el Estado el que tiene que actuar con sus recursos”. Articulando ambas apreciaciones, lo que omite mencionar el diario es que “la incertidumbre permanente” se produce, en gran parte, porque el Estado destina una buena porción de los fondos públicos a las escuelas privadas, muchas de la confesión católica que tanto defiende La Nación –ni que hablar de los sueldos que perciben seminaristas, curas y obispos-.

Sabemos que el diario como totalidad transmite un mensaje que se va construyendo con una serie de significaciones que cada noticia contiene y se sobredeterminan unas con otras. Una vez leída la editorial, en la sección Cultura aparece la cobertura de un bochazo masivo en el examen de ingreso a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata. Parecería que La Nación tiene como objetivo que el lector construya una cadena de sentido, que podríamos traducir así: los docentes paran, por lo tanto hay pocos días de clases; si hay paro los alumnos dejan la escuela, pero si hay pocos días de clase los que continúan asistiendo reciben una formación deficiente que les impide ingresar a la universidad. Los docentes pasan, de un plumazo, de ser victimas de una situación de postergación histórica a ser los únicos responsables del calamitoso estado de la educación argentina.

Pero no sólo el diario juega una función simbólico-ideológica en tanto texto conformado por distintos signos y códigos. La función del diario cobra su sentido más importante en tanto dice de cierta manera algunas cosas en un momento específico. No es un dato menor que el mismo día en que La Nación publicaba la editorial que hemos comentado, una granada de gas lacrimógeno lanzada por la policía neuquina le despedazaba la cabeza al profesor Carlos Fuentealba. A veces, la historia sola se encarga de poner blanco sobre negro respecto del papel que juegan los medios masivos de comunicación ante la protesta de los sectores populares.

miércoles, 18 de abril de 2007

Farsa

Farsa

En el comienzo del 18 Brumario de Luis Boanaparte –una obra que las clases dirigentes del capitalismo se encargan de actualizar cada vez que los sectores populares se rebelan-, Marx completa la idea hegeliana que afirma que la historia se repitedos veces. Según el autor de El Capital, a Hegel le faltó decir que una vez como tragedia y la otra como farsa.


La industria cultural no escapa a las leyes de la historia, como lo demuestra la puesta en pantalla de “Malnatti , el ciudadano” -Telenoche, Canal 13-. En su presentación, el ex-CQC retoma uno de los informes realizados años atrás por Santo Biasatti en el Noticiero de Santo (Santo, el Ciudadano -¿un émulo trágico del célebre film de Orson Wells?-) para corroborar si el reclamo fue atendido. Pero no sólo pasaron años entre el original -que ya era copia- y su segunda parte.

Además, el gesto adusto de Santo dejó su lugar al rostro con sonrisa irónica y comentarios ácidos de Malnatti; Santo caminando el lugar de los hechos fue reemplazado por Malnatti llegando en el Malnamóvil (sic); todo acompañado por una cortina musical que acentúa la dimensión humorística del relato.

Bajo le égida de los límites difusos de los géneros, la industria cultural desorienta al espectador anunciándole una noticia cuyos mecanismos de enunciación solo le dejan espacio para la risa.

jueves, 12 de abril de 2007

La televisión pública

La televisión pública

Con varios minutos de duración, Vision Siete -el noticero de las 21 hs. que emite de lunes a viernes Canal 7- dio cobertura a la marcha convocada por CTA y CTERA en repudio al asesinato del profesor Carlos Fuentealba. Allí pudieron verse testimonios "sentidos" de dirigentes sociales y políticos, un plano contrapicado del discurso envalentonado de Hugo Yasky, planos generales de la multitud que escuchaba y primeros planos de sus rostros entristecidos. De la marcha opositora al gobierno y a la burocracia sindical, a la cual concurrieron varios miles de personas, el canal estatal sólo dijo: “Hubo una marcha a Plaza de Mayo” mientras la cámara en el piso tomaba las piernas de las personas caminando. Una cobertura propia de “la televisión pública”.

Blanco sobre Negro

Blanco sobre negro

El tratamiento mediático sobre el asesinato del profesor Carlos Fuentealba comenzó momentos antes de que el brazo armado del estado disparara la granada contra la cabeza del docente. “Paros docentes y deserción escolar” tituló La Nación en una de sus editoriales del miércoles 4 de abril, donde se responsabilizaba a los docentes que reclaman por salario y condiciones dignas de trabajo de las altas tasas de deserción en nuestro sistema educativo. En el mismo instante en que muchos leíamos esa nota, un policía neuquino asesinaba a este profesor y delegado sindical durante una feroz represión contra los maestros que se encontraban en huelga desde hacía varias semanas. La historia sola se encargó de poner blanco sobre negro: dejando en claro el papel que juegan los medios en una crisis donde la rebelión popular es uno de los principales actores.