viernes, 11 de mayo de 2007

Ética, lenguaje y realidad

Ética, lenguaje y realidad

Una columna y un comentario demuestran que el uso del lenguaje conlleva una responsabilidad ética. Que algunos cumplen y otros no tanto.

Comprender la significación de un fenómeno es una tarea en la que el lenguaje está directamente involucrado. Tratando de extraerle el sentido y comunicarlo, o intentando darle un orden –siempre contingente y nunca absoluto- al caos que constituye lo “real” previo a la mediación del lenguaje. Pero el mundo no se deja contener por la palabra. La sobrepasa. Siempre hay sentidos que intuimos están ahí y no podemos definir, menos comunicar. Siempre hay sentidos que no se dejan aprisionar en la jaula de los conceptos. Lacan hablaba de un núcleo duro de lo real imposible de simbolizar. Por eso el lenguaje, su uso, que intenta darle un orden, un significado al mundo, está atravesado por una responsabilidad ética, un compromiso con el otro a quien me dirijo. Un compromiso por tratar de ser fiel a lo que sucede por más que no pueda nunca definirlo en su complejidad y totalidad.

Cumplimos con este compromiso cuando respetamos, hasta donde la (in)capacidad de nuestras palabras nos dejan, lo que lo real nos muestra; cuando nuestro intento de frenarlo en su devenir con ideas y pensamientos, se somete ante evidencias que las palabras sin querer ocultaban. A Angela Pradelli parece haberle ocurrido algo de esto. La escritora, docente y ganadora del Premio Clarín de Novela intentaba dar cuenta de una supuesta cultura autoritaria que atravesaría las prácticas y discursos tanto de la izquierda como de la derecha. Para ejemplificar su razonamiento, la autora menciona a algunas de las víctimas de esta costumbre, común a todos, de callar al otro eliminándolo: Carlos Fuentealba, Maximiliano Kosteki y Darío Santillan, Teresa Rodríguez. Sabemos que la lista sería interminable. También sabemos que sus integrantes serían siempre los miembros de un mismo sector social: el de los luchadores que son víctimas constantes de un estado represivo. Leyendo la nota completa uno se imagina a la historia empujando para colarse en un discurso que hasta allí parecía no permitirle la entrada. La autora escuchó los golpes que lo “real” daba a la puerta de su alegato y sus palabras le abrieron la puerta.

Pero no siempre es así. Las palabras de Walter Curia, periodista del diario Clarín, hacen oídos sordos y la vista gorda. Su uso del lenguaje confunde. Pero, ¿por qué darle el beneficio de la duda? El periodista miente. Cuando recurre a la novela de Conrad, El Duelo, para ilustrar las características del conflicto en Santa Cruz, lo único que consigue es deformarlo. El periodista afirma que, como en la novela, el objetivo de los docentes por un lado, y Kirchner por el otro, es eliminarse mutuamente. Lo que prima en el conflicto es la insensatez. No la injusticia y la postergación de las reivindicaciones de los educadores. “La pulseada lleva más de quince años y ha atravesado por todas las épocas y escenarios. Apenas si puede verse en cada lado el menor rasgo de sensatez”. Sorprende la afirmación cuando el mismo diario muestra, en la misma página, a un empleado municipal perforado por varios balazos de goma. Sorprende porque quien militarizó la provincia y ocupó las escuelas con la gendarmería es el presidente, el mismo que viene reprimiendo la mayoría de las protestas que allí se desarrollan. Está bien claro quien quiere eliminar al otro. Por supuesto que los adalides de la posmodernidad dirán que todo depende del cristal con que se lo mire. Bien, parece que el cristal del periodista está bastante empañado. O polarizado, y se lo puso al revés.

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