miércoles, 10 de enero de 2007

La noche del señor...

La noche del señor...

El cine europeo ha dado sobrados ejemplos, desde hace varios años, que constituye una de las pocas expresiones de la esfera cultural –incluimos aquí a la academia y al conocimiento científico social, por supuesto- donde puede hallarse una crítica lapidaria, por su profundidad y simplicidad, al sistema social y una demostración irrefutable de los azotes incesantes que el capitalismo ejecuta sobre la vida de las personas. “La noche del señor Lazarescu”, dirigida por Cristi Puiu, es la última expresión de esta tendencia que, sorprendentemente, no proviene ni del cine británico, francés, italiano o español, sino del rumano.

Dante Lazarescu, interpretado magistralmente por Ion Fiscuteanu, es un ingeniero de 63 años, adicto al alcohol, que vive solo con sus gatos en un complejo de departamentos de la capital rumana. Debido a un malestar que se acrecienta con el correr de las horas, decide llamar al servicio médico un sábado por la noche. La enfermera que lo revisa -otra gran actuación de Luminita Gheorghiu- decide llevarlo al hospital porque teme que el problema sea mucho más grave que una resaca. Y ahí comienza el martirio para Lazarescu, para la enfermera y para el espectador que ve cómo, a lo largo de poco más de dos horas y media, el pobre tipo es diagnosticado de varias enfermedades según quien lo revise, derivado de un hospital a otro porque los servicios públicos de salud han colapsado debido a un accidente de tránsito en la zona, y siente el menosprecio de los médicos hacia la enfermera, a quienes le suplica que le den al paciente la atención que necesita.

Una especie de road movie que se desarrolla entre la ambulancia yendo de un lado al otro de la ciudad, y la sala de admisión de los hospitales, siempre con el mismo resultado: un nuevo diagnóstico y la derivación a otro nosocomio. La película demuestra, sin golpes bajos ni bajada de línea alguna, varias cosas. Primero y principal, que una de las pocas cosas que ha globalizado el capitalismo es el desprecio por la ancianidad y la destrucción de los sistemas públicos de salud. Pero también el autoritarismo del discurso médico, su capacidad de producción de enfermedades casi en la misma medida que su cura, junto con la inclemencia y arbitrariedad de la división del trabajo. Contada casi en tiempo real, y con una sala atestada de personas de la tercera edad, “La noche del señor Lazarescu” podría tener otro protagonista y desarrollarse en otro lugar porque tal vez sea sólo un ejemplo de muchas noches de muchísimos de nuestros
viejos.

No hay comentarios: