jueves, 4 de enero de 2007

Noticia de hoy

Noticia de hoy


La crisis de la Biblioteca Nacional, planteada en los términos de la carta del renunciante, de la solidaridad de intelectuales y de las declaraciones del “dolido”, da para un título en broma: la guerra de los Horacios. Por González y Tarcus, claro. Pero también por Salas, el primero de la genealogía en abandonar el sillón. De ser supersticiosos hablaríamos de la maldición de Paul Groussac. Pero no.
Podríamos quedarnos mudos (hasta para no abusar con las entradas a HG). De última, la guerra se da entre intelectuales K: uno que arribó al cargo “porque se lo pidió el presidente” y el otro, desde un lugar, pacientemente construido, como pertinaz ex izquierdista que dirige el más importante centro de documentación de la izquierda en nuestro país (sic). Problema de ellos, como se dice en el barrio. Pero, convengamos, lo que está en discusión no es precisamente la biblioteca del barrio.
González fraguó una biblioteca imaginaria para reunir a sus amigos a charlar en un “entre nos” de capilla, publicó una revista para desplegar su interminable especulación monológica y hasta lanzó una serie de libros a partir de su raro canon.
Tarcus, por su parte, presentó una renuncia en clave de management empresarial: al pugnar por la modernización, la informatización y, sobre todo, al reclamar “saneamiento administrativo”, esto es, el despido del “75% del personal” que “no tiene capacidad profesional para trabajar en la biblioteca”.
Como si faltara poca confusión, miembros fundadores y actuales del Club de Cultura Socialista (Beatriz Sarlo, Adrián Gorelik, María Teresa Gramuglio, Carlos Altamirano), los Modernos de Historia (Luis Alberto Romero, Hilda Sábato) y hasta el mediático Felipe Pigna, se solidarizaron con Tarcus y señalaron que comparten su “certero diagnóstico sobre el sombrío estado de la Biblioteca Nacional” (¿también el llamado a despedir trabajadores?).
La crisis de la Biblioteca no escapa a la que se lleva puestos al sistema educativo y a las actividades culturales en su conjunto. Sin presupuesto (el 50% de los 20 millones que recibe, se destina a salarios). Sin lectores (350 por día). Con pasantes precarizados. Sin embargo, ninguno de los Horacios menciona tal cuestión en los partes de guerra que se cruzan en estos calurosos días.

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