viernes, 8 de diciembre de 2006

Desaparecido

Desaparecido

El presidente Néstor Kirchner lo llamaba "compañero" desde la tribuna y garantizaba todos sus esfuerzos. Pero negaba que se tratara de un desaparecido, como denunciaba el gobernador Felipe Solá, quien convocaba a las organizaciones sociales (¿a cuáles) a participar de la búsqueda. Y el rastrillaje. Con su ministro León Arslanian aseguraba que retirarían de la bonaerense a la mano de obra ocupada (luego nos enteraríamos que apenas habían sido jubilados veintitrés represores). Uno de los Fernández, luego de desdecirse de lo que había dicho (que el desaparecido podía estar con su tía), juró que el tema era prioridad de Estado. El mismo que mandó a reprimir la movilización de La Plata para escrachar a Rodolfo González Conti, un estrecho colaborador de Miguel Etchecolatz. Los jueces siguen planteando la causa como averiguación de paradero (no, desaparición forzada). Las organizaciones de DDHH cooptadas por el gobierno nada reclaman o lo hacen con el cuidado de no perjudicar la imagen presidencial (como si estuviera libre de cargo y de culpa). Los diarios lo ponían en primera plana, luego en páginas interiores, luego lo convirtieron en caso, luego nada. Doblemente desaparecido. Posiblemente reavive el interés periodístico el nuevo aniversario, y así. Como hace treinta años, el aparato represivo sigue intacto, pero a las órdenes de un presidente que se proclamó "hijo de las madres". Como hace ochenta y un días, Jorge Julio López sigue desaparecido por haberlo denunciado:

...
lo saca Etchecolatz con el grupo de picaneadores, grupo que reconozco alguno como Garachico, Aguiar y Urcola… uno que fue después comisario, no sé qué, la madre tenía una … lo reconozco porque la madre antiguamente había tenido una panadería en Los Hornos. Y a este Manopla Gómez, que era el que te hacía todas esas hechurías, te pegaba patadas en los calabozos, iban…
Y después lo vuelven a torturar el día 3 del 2. El 3 lo llevan a la celda y me tiro en el suelo. Y por ahí siento una mujer que grita: “no me peguen, no me peguen”. Y me asomo y estaba… ¿Saben quién estaba ahí?... El señor Plaza que la había llevado.
Y la mujer le dice: “¿por qué no me defendió, padre?” Resulta que era una mujer muy grande, sería gorda y medio alta, que después cuando la picaneaban le decían: “¿quién te trajo a vos”. “El Palomo”, dice. “¿Y quién era el Palomo?” “Plaza”. “Ah, el Palomo te trajo. ¿Y cómo sabés?” “Sí, ahí está, mire”.
Resulta que Plaza… esta mujer viene en un micro y cuando llega ahí, la ve que la siguen. Al seguirla se baja y se mete en la catedral y entonces van los de la brigada, se le meten adentro, y le dicen que la entregue o se meten ellos. Dice Plaza: “no, váyanse que yo se la voy a llevar”. Por lo que sentí ahí.
Después a esa mujer la torturaron un poco y no habló. Entonces los que la torturaban agarraron y la sacaron. La llevaron en la misma camilla a la rastra y la sacaron afuera.
El día 4 apareció otros chicos que no sé quiénes eran y los metieron adentro, pero nunca supe quiénes eran.
El día 5 aparece -serían las once o doce de la mañana, no sé porque hora no tenía-, aparece Patricia Dell´Orto con el marido, toda torturada. La torturan un día, dos, junto con nosotros. Le hacían preguntas: “¿qué hacían ustedes en la Unidad Básica ?” Y Patricia no respondía. El marido estaba tirado, todo lastimado, y ella hasta un mechón de acá a la rastra le sacaron con pelo y todo. Sangraba por acá. Todo desecho los dos.
Bueno, después la atan así en el palenque -que le decíamos los cepos, nosotros- y la tienen atada enfrente de donde estábamos nosotros tres.
Y el marido estaba tirado en el suelo, y este Gómez le decía: “levantate –dice-, no ves que tu… -¿cómo es que le decían?, él era el jefe, lo trataban como el jefe, le daban otro nombre- que ahí están tus muchachos –dice- tus montoneros, y le va a dar vergüenza que un jefe sea tan flojito y esté tirado”. Y le hacían así con las patas. Y Patricia gritaba. Y entonces qué hacen: le agarran y le tapan la boca y le pegan. Y a la noche a los dos los vienen a torturar. Era noche y día. Los torturaban porque ellos dos no declaraban y nosotros qué sabíamos poco también de ellos.
Bueno, así llega hasta el día 9 entre tortura, golpe... Y yo por una mirilla y la puerta que estaba rota así, abajo. O me tiraba en el suelo o miraba por una mirillita que había para arriba, pero arriba no quería porque me podían ver, abajo me disimulaba.
Así pasé el 7, el 8, entre tortura y todo. Hasta que llega el día 9… a la noche llegó toda la patota.

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